Artículo de Julen Berrueta, publicado el
13 de agosto de 2020 en el periódico “El Español”.
“Hay veces en las que las casualidades
desembocan en descubrimientos de un valor incalculable. En mayo de 2016, bajo
el caluroso sol sevillano, unos operarios trabajaban en el acondicionamiento
del Olivar del Zaudín cuando de pronto la pala de su
máquina de excavación arrastró parte del conjunto de 19 ánforas que contenían 53.208 monedas romanas.
El Tesoro de Tomares, así se denominó el
hallazgo, fue calificado por la Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía
como un descubrimiento de un "valor histórico incalculable".
La tasación material, por otra parte, estimó que el descubrimiento tenía un
valor económico de 468.230. Asimismo, los trabajadores que encontraron las
ánforas fueron recompensados con 125.000 euros.
Inmediatamente después, las ánforas, de
las cuales 9 se encontraban intactas, fueron examinadas por expertos en el
ámbito de la historia y la arqueología. Se demostró que la importancia del
tesoro no radicaba únicamente en la gran cantidad de monedas —es, hasta el
momento, el mayor tesoro de monedas romanas de España—, sino que
también arrojaba luz sobre la crisis y descomposición del Imperio
romano.
Analizadas mediante vídeo-endoscopia con
una sonda de cuatro milímetros de ancho, los estudios aseguran que las monedas
fueron acuñadas entre los años 294 y 310 d.C., y guardadas en el primer tercio del siglo IV bajo un suelo del siglo
III. ¿Quién pudo haber guardado todas esas monedas? Es una de las
incógnitas que tratan de descifrar los expertos. Las excavaciones han sacado a
la luz que allá donde se encontraban las ánforas restos del sótano de un
almacén construido alrededor del siglo III.
Lo común por aquel entonces no eran las
monedas de oro o de plata. Solían ser, como ocurre en este caso también, de
bronce o de cobre. De esta manera, a partir de este tesoro los expertos pueden
extraer información de la vida cotidiana de los romanos, estudiando el flujo
económico y comercial de la Península Ibérica con otros territorios romanos. Y
es que, se conoce que muchas de ellas fueron acuñadas en la Galia y en
Britania. Posteriormente, por las dinámicas comerciales, llegaron hasta
Hispania.
Maximiano, Constancio I, Diocleciano o Galerio son algunos de los rostros que se aprecian
en estas monedas de entre 8 y 10 gramos de peso. La enorme riqueza que
concentraban estas 19 ánforas con 53.000 monedas en su interior contrastaba con
la crisis que acababan de superar en aquel momento en Roma. Esta crisis,
conocida también como "anarquía militar", comprendía un espacio
temporal de 50 años, desde la muerte del emperador Alejandro Severo, en el
año 235, y el ascenso de Diocleciano al trono del Imperio, en el año 284.
En ese período de tiempo, los pueblos colindantes ejercieron una gran presión sobre Roma, y
el comercio y la economía entró en decadencia. Parecía que los
gloriosos años del Imperio romano habían llegado a su fin. En el este, Zenobia convirtió
Palmira en una Atenas oriental atrayendo a intelectuales griegos a su corte,
e invadió las provincias romanas vecinas, conquistando Alejandría en el año
270. Al oeste, Hispania pasó a formar del efímero Imperio galo.
La fecha en la que los expertos datan el
tesoro coincide justo con el final de aquel tenso declive del Imperio.
Diocleciano realizó diversos cambios políticos, jurídicos y económicos para
revertir la situación. Inició una gran persecución hacia los cristianos e
instituyó un colegio imperial de cuatro emperadores.
El hecho es que, al precio que fuera,
Diocleciano mantuvo el orden del Imperio, al menos durante un tiempo. No
obstante, en el año 305, tal y como refleja el catedrático Tony Spawforth
en Una nueva historia del
mundo clásico (Crítica), "hizo algo sin precedentes en
los anales del gobierno imperial: abdicó. Debido a su mala salud, se retiró a
un palacio fortificado que se había construido en la que ahora es Split, en
Croacia, y murió en su cama unos siete años después".
Sin su presencia dominante, el nuevo
sistema de poder compartido degeneró en una nueva guerra civil y Roma volvía
estar a las puertas de una nueva crisis. En esta tensa atmósfera, el dueño del
Tesoro de Tomares debió esconder las monedas en ánforas de aceite para regresar
a por ellas en el momento indicado. "Estaban colocadas todas juntas, en
posición vertical, y seguramente con alguna tapa o sello en la boca del
recipiente, que aún no se ha podido documentar", explica el informe
elaborado para la exposición Descubriendo el Tesoro de
Tomares.
De Sevilla a Tomares
El dueño de aquellas monedas jamás
volvió a por ellas y no se sabe qué pudo haber ocurrido con él. El tesoro quedó
en el olvido y el almacén en el que se encontraba fue arrasado hasta sus
cimientos, entre la segunda mitad del siglo V y los inicios del siglo VI.
No se sabría nada acerca de ellas hasta
que las obras del Olivar del Zaudín harían emerger las monedas de forma
accidental. Desde entonces, el Tesoro de Tomares se ha encontrado el Museo
Arqueológico de Sevilla, donde los investigadores han continuado analizando uno
de los hallazgos romanos más importantes de los últimos años.
Por otra parte, en junio de este años se
ha materializado al fin la expropiación de la Hacienda Montefuerte. El
edificio, del siglo XVII y con 450 metros cuadrados de espacio, se transformará
en el Centro Cultural Montefuerte y se espera que el
Tesoro de Tomares se traslade allí una vez abra sus puertas.”