Fotos de vestigios de la Antigua Roma, tomadas en distintos lugares (ciudades, yacimientos arqueológicos, museos, etc.). También información sobre lo que se viene publicando al respecto.

domingo, 14 de abril de 2024

Un paseo por Afrodisias, la joya secreta de Turquía

                    

 Artículo de Paco Nadal, publicado el 11 de abril de 2024 en el suplemento “El blog de viajes” del periódico “EL PAÍS”.

La costa turca del mar Egeo ha visto pasar a lo largo de los siglos a todas las civilizaciones mediterráneas. De los hititas a los persas, desde la Grecia jónica hasta la Roma imperial, del impero bizantino al otomano. No es de extrañar que en ella surgieran ciudades fabulosas cuyas ruinas son hoy parada obligatoria en todo circuito turístico por Turquía: Troya, Pérgamo, Éfeso… Pero más allá de esos celebérrimos yacimientos en los que a diario se detienen decenas de autobuses, surgen de repente otros más desconocidos —que no menos importantes—, y que se pueden disfrutar aún en la soledad desaparecida ya en esos otros lugares de turismo masivo.

Ese es el caso de Afrodisias, una ciudad menor dentro del mundo grecorromano si la comparamos con las anteriormente citadas. Se encuentra cerca de la actual localidad de Geyre, provincia de Aydin, al suroeste del país, y son varias las curiosidades que hacen de su visita una de las delicias escondidas de cualquier recorrido por esta zona occidental de Asia Menor.



La primera singularidad fue su descubrimiento. Mientras que las excavaciones científicas de Éfeso, por ejemplo, se remontan a 1863 o las de Pérgamo a 1878, de Afrodisias nadie sabía siquiera de su existencia bien entrado el siglo XX, más allá de unas catas arqueológicas que hizo en la zona un equipo italiano en 1937. Fue una casualidad lo que la puso en el mapa. El fotoperiodista turco Ara Güler, miembro de la agencia Magnum, visitó la región en 1958 con el encargo de documentar una presa recién construida. A Güler le sorprendió que los vecinos de la aldea de Geyre, donde paró un día a descansar, vivieran rodeados de piedras clásicas. Pisaban la uva en un sarcófago de mármol, se sentaban a beber té y charlar en torno a un narguile en un improvisado banco que parecía sacado de un teatro clásico, usaban restos de columnas y de capiteles para la construcción de sus casas. Cuando les preguntó que de dónde salía todo aquello le enseñaron una zona de colinas pedregosas donde solían llevar al ganado. Güler alucinó cuando vio burros y ovejas pastando en lo que a todas luces era un estadio romano. O delicados capiteles corintios usados como cerca de corrales.



Fotografió todo aquello y lo mandó a la revista Time, que lo publicó. Las imágenes causaron sensación en la comunidad arqueológica internacional y muy en especial a un arqueólogo turco, Kenan Tevfik Erim, que rápidamente acudió a visitar el yacimiento. Erim quedó fascinado con las posibilidades de lo que allí vio y tras conseguir financiación de la Universidad Metropolitana de Nueva York comenzó las excavaciones. Era 1961. No pararía de desentrañar los secretos de la ciudad olvidada hasta su muerte, en 1990. De hecho, está enterrado allí, a la entrada de las ruinas a las que dedicó tres décadas de su vida.

Afrodisias nació en época asiria como un templo dedicado a Ishtar, su diosa de la belleza. En el siglo III antes de Cristo, durante el periodo helenístico, mutó a santuario de Afrodita, en torno al cual empezó a crearse un pequeño núcleo urbano. Y con la anexión de Grecia a la República romana, el santuario mutó nuevamente de deidad, esta vez a Venus. Afrodisias solo fue una ciudad de segundo orden en el imperio de Roma. Apenas llegó a contar con 50.000 habitantes, sin embargo, tenía un estadio con capacidad para 30.000 espectadores, un teatro donde cabían otros 8.000 y lujosas construcciones como el arco tetrapilón que daba acceso a la Vía Sacra por la que los peregrinos llegaban al templo de Afrodita y que ahora puede verse reconstruido, incluyendo el 80% de sus delicados frisos, columnas y capiteles originales.



Su fama y prosperidad tuvieron dos razones de ser. Por un lado, la protección y favores otorgados al santuario de Afrodita/Venus por muchos dirigentes romanos, de Sila a Julio César, Augusto, Claudio o Nerón, ya que la familia de los Julios (gens Julia) se consideraba descendiente directa de Venus. Por otro lado, la escuela de escultores que floreció en la ciudad al albur de unas canteras cercanas del mejor mármol y que la convirtió en uno de los grandes centros de la escultura de la Roma clásica, cuyas obras se exportaban a los cuatro confines del imperio. Algo que se puede apreciar en la deslumbrante colección de tallas que se exhibe en el museo anexo a las ruinas e incluso en la propia excavación. Y no solo de estatuas religiosas o civiles: en Afrodisias se esculpían también los más reputados sarcófagos de Asia Menor, decenas de los cuales reposan aún al aire libre en el camino pavimentado de acceso al yacimiento.

La visita puede comenzar en el Sebasteion, un gran complejo religioso dedicado a César Augusto y los emperadores deificados y del que se ha reconstruido una pequeña parte, pero suficiente para dar idea de la grandiosidad y tamaño que debió tener, con una columnata doble de tres plantas y 90 metros de larga completamente forrada de frisos, de los que se han recuperado más de 70. De camino al teatro, que se inauguró en el año 27 a.C. y cuya cávea se conserva casi intacta, se pasa por los restos de una basílica (que en el mundo romano era el lugar donde se impartía justicia y gobernanza). El edificio no tendría nada de particular si no fuera porque al excavarlo apareció una de las mejores copias que se conservan del Edicto sobre Precios Máximos de Diocleciano, una norma promulgada en el año 301 por este emperador romano que fijaba los precios máximos de más de 1.300 productos para tratar de contener la galopante inflación que aquejaba al imperio. “Oro puro, 72.000 denarios por libra”, “Caballo de tiro, 100.000 denarios”, “Vaca de primera calidad, 2.000 denarios”, “Un esclavo de entre 16 y 40 años apto para trabajos agrícolas o urbanos, 30.000 denarios”, “Una esclava de la misma edad, 25.00 denarios”.

Un paseo tranquilo por Afrodisia es un viaje en el tiempo a los siglos dorados (del I a.c. al siglo II) de una ciudad romana de provincias alicatada con mármol blanco que vivía del arte, de la cultura y de la fe. Por todos lados aparecen restos de templos, de viviendas o de edificios públicos con numerosas esculturas e inscripciones, como las termas que mandó levantar Adriano en el siglo II. Del templo de Afrodita que dio origen a la ciudad queda poco del original, ya que con la llegada del cristianismo fue reconvertido en iglesia bizantina. En el Ágora sur apareció una enorme piscina alargada y rodeada de columnatas y palmeras que puede confundirse con un hipódromo, pero que, en realidad, era una zona de asueto y recreo a la vez que una ingeniosa manera de drenar las aguas subterráneas que afloraba y causaban inundaciones en la ciudad. En el bouleterion, una especie de teatro en miniatura, se reunía el consejo municipal; de su auditorio semicircular se conservan intactas las nueve primeras filas de asientos y escaleras de mármol. En época bizantina se transformó en palestra para lecturas y actos culturales.



El broche final de la visita es el estadio, uno de los más grandes de todo el arco mediterráneo y el mejor conservado. Sorprendente para una ciudad de tamaño medio. Tiene 270 metros de largo por 60 de ancho con forma ovoide para mejorar la visión desde todos los ángulos de los 30.000 espectadores que llegaban a reunirse aquí. Fue usado también para luchas de gladiadores. A juzgar por las fotos que hizo Ara Güler en 1958, estaba entonces casi tal cual lo vemos ahora, pese a sus casi 2.000 años de achaques.

Afrodisias fue elegida como una de las 10 mejores ciudades del mundo antiguo en 2004 y declarada patrimonio mundial de la Unesco en 2017. Una visita imprescindible en cualquier viaje por el oeste de Turquía."

Datos prácticos

El yacimiento de Afrodisias está situado a las afueras de Geyre, a 55 kilómetros al sureste de Nazilli y a 101 de Denizli.”

 

 

Abierto todos los días de 8.30 a 19.00 (en invierno y hasta 1 de abril cierra a las 17.00).

Precio: 12 euros.

Visita incluida en la Museum Pass Turkiye.