Los romanos no fueron los inventores, ni los primeros en construir sistemas de alcantarillado, pero fueron los que lo aplicaron en casi todas sus ciudades de manera sistemática. Estas redes de saneamiento de aguas residuales y pluviales están íntimamente asociadas al empeño en traer agua a todas las urbes que construían.
Prácticamente en todos los
yacimientos de ciudades romanas se ven de manera clara restos de estas redes;
incluso aparecen en zonas rurales en las villas que están alejadas de las
ciudades.
Este planteamiento
urbanístico sistemático no vuelve a aparecer en nuestras ciudades hasta, por lo
menos, el siglo XIX.
Aparentemente en la
construcción de los acueductos romanos, una parte del agua que se llevaba a la
ciudad se desviaba para que hubiera una corriente de agua continua en los alcantarillados.
El más conocido y
probablemente más grande fue la Cloaca Máxima que en Roma drenaba las aguas
residuales hasta el río Tíber.