Artículo publicado en el periódico “El Español”
el 4 de octubre 2023.
“Volcano era una antigua deidad romana
responsable de provocar y sofocar incendios, motivo por el que era a la vez temido
y adorado. Durante siglos, los romanos le ofrecían sacrificios que eran arrojados a las
llamas, especialmente peces, pues estos habitaban en las aguas, una región
vedada para este dios.
Gran parte de las antiguas ciudades romanas estaban compuestas por materiales
altamente inflamables, especialmente las insulae,
construcciones de varios pisos donde se apiñaban las clases más bajas.
Cualquier pequeño fuego que se salía de control podía destruir vecindarios
enteros. En el corazón de cualquier habitante latía el miedo a perecer entre el humo y las llamas.
Ya en el siglo III a.C. existieron los conocidos como
triunviros nocturnos, un cargo público cuya principal función consistía en
hacer las gestiones necesarias para velar
por la seguridad de la urbe, como vigilar a los posibles ladrones y
luchar contra el fuego, además de supervisar las ejecuciones y los castigos.
Los bomberos de este periodo eran cuadrillas privadas formadas por esclavos que no fueron del todo efectivas. El historiador griego Plutarco menciona que Licinio Craso, el hombre más rico de la ciudad a mediados del siglo I
a.C., mandó a una de estas unidades que, antes de apagar el incendio, pactaba
el precio de sus servicios con el dueño del inmueble.
Sin embargo, Roma tuvo que esperar a sufrir
varios incendios graves hasta que el emperador Augusto tomase
cartas en el asunto. En su reforma del año 6 a.C. creó
definitivamente a los vigiles, una brigada paramilitar de unos 3.500
libertos dirigidos por un prefecto, divididos en siete cohortes al mando de un
tribuno y distribuidos de forma estratégica en cuarteles por toda la ciudad.
Estos vigiles se dividieron en tareas
especializadas a la hora de hacer frente a un incendio.
Primero desalojaban el edificio y luego se coordinaban en sus funciones: los aquarii acarreaban
cubos de agua formando cadenas humanas, los siphonarii manejaban
las bombas y sifones y los cestones se encargaban de manipular una serie de
mantas empapadas en vinagre para extinguir los fuegos de menor intensidad.
Además de su labor antiincendios,
asumieron un importante papel policial en la búsqueda de los
incendiarios, esclavos fugitivos o, como cuerpos antidisturbios, patrullando
las calles de Roma por la noche y presentando a los detenidos ante las cohortes
urbanas.
Estos vigiles tampoco eran ajenos a las intrigas políticas del
Imperio. La ciudad estaba en equilibrio entre tres grandes fuerzas a tener en
cuenta: las citadas cohortes urbanas, formadas por legionarios que contaban con
una vertiente policial; y la Guardia Pretoriana, unidad de élite al servicio
del emperador. Como unidad paramilitar, los vigiles apenas
podían ofrecer mucha resistencia armada pero eran útiles si se les daba buen
uso.
Uno de sus prefectos más conocidos, Nevio
Sutorio Macrón, los utilizó para detener a Sejano en
una conjura en el año 31 d.C., en tiempos del emperador Tiberio. Los vigiles rodearon
el Senado donde Sejano estaba siendo ascendido a prefecto
de la guardia pretoriana y, bajo órdenes de Sutorio, irrumpieron en la sala
llevándoselo detenido.
Durante el gran
incendio de Roma del año 64, durante el reinado de Nerón, los vigiles lucharon
durante todo el día para controlar los fuegos que destruyeron un tercio de la
ciudad. Esta unidad aumentó de número con el paso del tiempo, a la vez que
perdió su entidad como brigada independiente pasando a obedecer al prefecto del
pretorio en torno al siglo III d.C.
En la actualidad, a los bomberos en
Italia se les conoce como "vigili del fuoco". Así que aún se puede
afirmar que los vigiles continúan luchando contra el fuego en
Roma hasta el día de hoy.”