Fotos de vestigios de la Antigua Roma, tomadas en distintos lugares (ciudades, yacimientos arqueológicos, museos, etc.). También información sobre lo que se viene publicando al respecto.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Los secretos de las ánforas


                                  Ánforas del Museo Arqueológico de San Pedro del Pinatar


Artículo de María José Moreno, publicado el 8 de diciembre 2020 en el suplemento “Ababol” del periódico “La Verdad”. Gracias a mi amigo Joaquín Salmerón por señalármelo.

 “¿Y si el consumo de las ánforas producidas en las costas de la Región de Murcia (Cartagena, Mazarrón y Águilas) fuera mucho mayor de lo que se pensaba? ¿Podría la Región haber jugado un relevante papel económico en el Mediterráneo occidental en época tardía (s. IV-V d.C.)?

Alejandro Quevedo es investigador en Arqueología del Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación en la Universidad de Murcia y ha desarrollado una investigación pionera en Estados Unidos gracias a una estancia del Programa Regional de Movilidad, Colaboración e Intercambio de Conocimiento 'Jiménez de la Espada' de la Fundación Séneca.

«Gracias a la intensa actividad de campo que he podido desarrollar en el extranjero en los últimos años mi percepción es que la ausencia de esas piezas en las publicaciones de los países de nuestro entorno no es real, sino que responde a un problema de identificación», expone.

El investigador ha llevado a cabo el proyecto 'Nuevas metodologías para el estudio la economía del Sureste en época romana. Ánforas: caracterización tipológico-arqueométrica y análisis orgánico de contenidos' en el 'Berkeley Roman Material Culture Laboratory', perteneciente a la Universidad de Berkeley, California; uno de los centros de investigación más prestigiosos a nivel internacional. En la actualidad ocupa el quinto lugar en el ranking de Shangái, está considerada como la primera universidad pública de Estados Unidos y entre sus egresados se cuentan más de un centenar de premios Nobel de distintas disciplinas científicas.

«Mi investigación –explica– se centra en el estudio de las ánforas producidas en el litoral de la Región de Murcia en los últimos siglos del Imperio Romano. En la Antigüedad, los excedentes del campo y los derivados de la pesca se distribuían en ánforas, envases cerámicos destinados al transporte marítimo. Su preservación en el registro arqueológico las convierte en una fuente de información excepcional para comprender las dinámicas productivas y comerciales de época romana. Se trata de un estudio de corte pluridisciplinar en el que trabajo junto a especialistas en otras materias, ya sea para caracterizar la arcilla de los recipientes (arqueometría) como para analizar los restos de contenido (química, arqueozoología)».

El objetivo de este trabajo es renovar la visión que existe sobre las dinámicas comerciales de la Hispania romana mediante la identificación y caracterización de las producciones anfóricas del Sureste peninsular. Comprender qué exportaba nuestro territorio y qué impacto tuvo esta actividad a escala imperial en el sistema económico. Uno de los principales interrogantes a los que la investigación de Quevedo pretende dar respuesta es el problema de la difusión de estos recipientes, considerada tradicionalmente escasa y limitada a un ámbito meramente regional.

«Gracias a una investigación coral junto a otros especialistas y utilizando datos estratigráficos inéditos he podido demostrar, entre otras cuestiones, que las ánforas producidas en el territorio que ocupa actualmente la Región de Murcia se distribuyeron ampliamente por el Mediterráneo occidental, en puntos tan dispares como la Galia o Túnez. Además, estamos empezando a matizar qué tipo de alimentos se comercializaron. En Águilas, por ejemplo, gracias al análisis de paleocontenidos ahora sabemos que en época tardía se fabricaban salsas de pescado compuestas mayoritariamente por sardinas (Sardinella pilchardus), aunque también explotaban otras especies con escaso valor comercial hoy día como la boga (Boops boops), la salpa (Sarpa salpa) y la chucla (Spicara maena)», asegura.

Los resultados van a permitir rebatir un viejo paradigma historiográfico o, dicho de otro modo, gracias a ellos, se va a poder observar y reinterpretar nuestra Historia bajo un nuevo enfoque. Según Alejandro Quevedo, «el inesperado impacto y difusión de las mencionadas ánforas, de próxima publicación en el 'American Journal of Archaeology', abre un horizonte en el que es necesario profundizar mediante un proyecto, inserto en la línea de Ciencia en la Arqueología que promueve el grupo de investigación iArqUm, que intenta responder a preguntas como quiénes eran los actores que participaban de estas transacciones y cómo se articulaban los intercambios con las distintas provincias. De especial importancia es el estudio de las estrechas relaciones con el norte de África, mercado predilecto de nuestras costas entre época púnica y bizantina».

La importancia de este trabajo radica en tres aspectos principales: por un lado, la investigación ayuda a comprender cómo se organizó el territorio en los últimos siglos del Imperio Romano y cuáles eran las principales actividades de las que vivían nuestros antepasados. En segundo lugar, completa un vacío de conocimiento para el Sureste peninsular sobre la base de una documentación inédita y apenas utilizada hasta la fecha: la cerámica. Y por último, es una aportación que trasciende mucho más allá del ámbito local.

En palabras del investigador de la UMU: «Por poner un ejemplo, identificar y cuantificar ánforas producidas en Mazarrón en contextos de Roma ayuda a los colegas italianos a comprender mejor el consumo de alimentos en la capital pero, al mismo tiempo, la datación de sus excavaciones nos permite saber con mayor exactitud en qué época se encontraban activos nuestros centros. Es un análisis bidireccional que repercute y modifica positivamente tanto los trabajos de nuestros colegas en el extranjero como los nuestros propios».

La estancia en Berkeley ha permitido a Quevedo diseñar y desarrollar otros proyectos que co-dirije actualmente como el de la excavación de la isla del Fraile (Águilas), un yacimiento excepcional para la historia económica del Sureste, o el estudio del litoral de Tipasa, una ciudad romana de Argelia declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además, ha podido profundizar en el análisis de otros aspectos vinculados con el comercio anfórico, como el uso de unas singulares etiquetas de plomo decoradas que se colocaban en las asas, recientemente publicado en el 'International Journal of Nautical Archaeology'.”

 


viernes, 11 de diciembre de 2020

Lucernas romanas

Las lucernas son unos de los elementos más numeroso que se descubren en las excavaciones arqueológicas romanas. Este sistema de alumbramiento existía ya antes de la época romana, pero fue en aquella época en la que se hizo un producción enorme y su uso fue generalizado en todos los territorios del Imperio Romano.

Su utilización era muy sencilla y permitía tener luz; gracias a sus asas (algunas no tenían) se podía utilizar de una habitación a otra. Parece ser que también se utilizaban en la representación de obras de teatro.

Existían grandes variedades, desde las más sencillas hasta las más adornadas. La parte redonda y cóncava, con un agujero en medio servía para llenarla de aceite de oliva. Esta era la parte más adornada. El “rostrum” era la protuberancia donde estaba la mecha que se encendía.

Estas son fotos de algunas lucernas que podido ver en distintos museos.

Estas tres están expuestas en el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ).
Provienen del Portus Illicitanus, actual Santa Pola (Alicante)
Datados del Siglo I.

Del ARQUA, de Cartagena (Murcia) - Lucerna de cubierta vitrea del Siglo II.

Tres lucernas expuestas en el Museo Arqueológico de Murcia.





domingo, 6 de diciembre de 2020

Arqueólogos identifican hasta 66 campamentos militares romanos en Castilla y León

 Artículo de la Agencia EFE, publicado en el periódico “República de las ideas” el 4 de diciembre 2020.

“Un grupo de arqueólogos ha identificado hasta 61 campamentos militares romanos desconocidos, principalmente localizados en la provincia de León, pero también en el norte de Burgos y Palencia.

Este hallazgo, con la ayuda de fotografías aéreas tomadas desde drones y satélites, no sólo añade nuevos restos arqueológicos al catálogo, sino que profundiza en el conocimiento del avance y la conquista en la Hispania Romana, principalmente en el noroeste de la Península, han informado este viernes fuentes de la investigación.

Los yacimientos encontrados son campamentos de tipo temporal, fruto de avances en terreno considerado hostil o en lugares donde se realizaban maniobras de despliegue táctico, y se corresponden con la última fase de la conquista romana de la Península, a finales del siglo I antes de Cristo.

Sus dimensiones oscilan entre los apenas centenares de metros hasta otros recintos con una superficie aproximada de quince hectáreas.

La principal concentración se encuentra en la provincia de León (41), distribuidos en diferentes valles, a los que se añaden otras localizaciones (25) en el norte de Burgos y Palencia, según las mismas fuentes.

En el caso de Burgos, se encuentran en la comarca Odra-Pisuerga, en las inmediaciones de Sasamón donde se encuentran los restos del denominado poblado del Cerro Castreño.

Los resultados de esta investigación han sido publicados esta semana por especialistas pertenecientes al Instituto de Arqueología de Mérida; de la Universidad de Santiago de Compostela; de la University of Exeter; y del Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).”

 

Nerón, el anticristo sale de las tinieblas

Artículo de José Segovia, publicado en el Semanal del periódico “El País” la semana pasada.

“Nerón fue mucho más querido por su pueblo y mucho mejor dirigente de lo que se cree. Nuevos estudios lavan su imagen y refutan el carácter diabólico y depravado de este emperador romano. 

Si algún personaje histórico de la Roma imperial ha tenido mala suerte con los cronistas, ese ha sido Nerón. Los relatos de Cornelio Tácito, Cayo Suetonio y Dion Casio desvelan los asesinatos que pergeñó el emperador con la ayuda de sus pretorianos, como el de su hermanastro, el de su madre -con la que supuestamente mantuvo relaciones sexuales-, el de prominentes miembros de la élite romana y el de dos de sus esposas (a la segunda, Popea, la mató el propio emperador propinándole una patada en el estómago cuando estaba embarazada).

Tácito no elude los detalles tétricos cuando describe la ejecución de Octavia, la primera mujer de Nerón: «La sujetan con grilletes y le abren las venas de todos los miembros; y como la sangre, paralizada por el pavor, fluye demasiado lenta, la asfixian en el calor de un baño hirviendo. Y se añade una crueldad más atroz: su cabeza, cortada y llevada a la ciudad, fue contemplada por Popea». Esta no podía imaginar entonces que ella sería la siguiente víctima de su diabólico marido.

Probablemente es uno de los emperadores romanos peor tratados por la historia. La imagen que se tiene de él por ordenar el incendio de Roma y culpar a los cristianos ha quedado en la memoria colectiva como el paradigma de la maldad humana. La tragedia se produjo el 19 de julio del año 64, cuando se desató un incendio en las proximidades del Circo Máximo que se expandió hacia el Palatino y el Celio y destruyó dos tercios de la ciudad. Por sus calles corrió el rumor de que el fuego había sido provocado por el emperador, cuya intención era destruir parte de la antigua Roma para obtener terrenos con los que ampliar su espectacular palacio: la Domus Aurea (‘la casa de oro’). La mentira fue difundida por los miembros de la aristocracia senatorial hostil a Nerón y recogida décadas después por los cronistas romanos. Otro rumor aseguraba que el emperador había sido visto tocando la lira mientras contemplaba extasiado las gigantescas llamas que consumían la ciudad.

Pero ¿fue tan depravado como contaron sus detractores? Desde hace unos años ha surgido una corriente historiográfica que sostiene que fue un emperador muy querido por su pueblo y mucho mejor dirigente de lo que afirmaron sus críticos. El historiador Eric Varner, de la Universidad de Emory (Atlanta), asegura que, tras el pavoroso incendio que devastó Roma, el emperador dispuso fondos económicos para que los damnificados pudieran rehacer sus hogares y decretó regulaciones para la construcción de nuevos edificios bajo la dirección de los arquitectos Severo y Céler.

Aunque la mayor parte de los historiadores contemporáneos cree que el incendio fue accidental, Gerhard Baudy -de la Universidad alemana de Constanz- ha llegado a sugerir que los verdaderos culpables de la quema fueron los cristianos, razón por la que el emperador ordenó perseguirlos y masacrarlos. Según apunta este filólogo alemán, los dirigentes romanos tenían un motivo preciso para sospechar de los cristianos: «Una profecía apocalíptica que se había puesto en circulación días antes predecía la caída de la metrópolis romana a través del Cristo que se revelaba en el fuego de Sirio». El incendio dio visos de credibilidad a la profecía.

El historiador Tácito describe con mucho detalle las torturas y ejecuciones de cristianos tras el incendio del año 64. Suetonio también hace hincapié en el castigo que recibieron los adoradores de «esa nueva y peligrosa superstición». Lo mismo que el escritor Tertuliano, quien acusó a Nerón de ser «el primer perseguidor de los cristianos». Si lo que contaron los cronistas fue cierto, no es de extrañar que los seguidores de Cristo pensaran que este emperador, el último de la familia Julio-Claudia, era el mismísimo Anticristo.

No es una coincidencia que los fanáticos de la cábala aseguren que el equivalente numérico de las letras hebreas que forman ‘César Nerón’ sumen 666, ‘el número de la Bestia’. La relación del número 666 con Satán o con la llegada del Anticristo se ha tratado de imponer a otros personajes históricos, como Lutero, Napoleón o Hitler.

Pese a todo, Nerón no era el Anticristo que retrataron los milenaristas ni tampoco el abyecto psicópata que presentaron los historiadores romanos, cuyos juicios fueron influidos por los senadores y las familias patricias romanas que lo odiaban y se disputaban su legado. La última historiadora en sumarse a esta cruzada es Shusma Malik, en cuyo libro The Nero Anticrist refuta la tesis que lo considera como el perpetrador del Apocalipsis.

Esta historiadora de la Universidad de Roehampton (Londres) recuerda que el escritor Flavio Josefo, testigo del reinado de Nerón, fue el primero en hacer notar los prejuicios y mentiras que circulaban en torno al emperador. «Ha habido muchos que han escrito la historia de Nerón, muchos de los cuales se han apartado de la verdad de los hechos por haber recibido favores de él; y otros, debido al odio que les inspiraba, se han ensañado con su persona con tantas mentiras que merecen ser condenados en justicia», subraya Josefo.

La historiadora británica Mary Beard señala que algunos historiadores modernos (como Ettore Paratore o Mario Attilio Levi) lo han presentado más como una víctima de la propaganda de los Flavios (la dinastía sucesora de la Julio-Claudia) que como un pirómano que arrasó Roma. Otro de los grandes defensores de Nerón lo encontramos en Milán en el siglo XVI. Se trata de Gerolamo Cardano, brillante médico, matemático y astrólogo. «En su obra Encomium Neronis, el emperador deja de ser el tirano loco descrito en las páginas de Tácito y de Suetonio y se convierte en el modelo del optimus princeps», afirma Malik.

Cuatro años después del incendio de Roma, el Senado votó a favor de Galba como nuevo gobernante, declarando a Nerón enemigo público del Imperio. Según el historiador Suetonio, Nerón pronunció sus últimas palabras mientras su secretario Epafrodito lo ayudaba a cometer suicidio clavándole un puñal en la garganta. «¡Qué artista muere conmigo!». Con la llegada al poder de Constantino en el siglo IV, la influencia de los cristianos creció, lo que a su vez reforzó los ataques a la figura de Nerón, al que consideraban su primer perseguidor.

El pueblo romano recordó durante mucho tiempo a Nerón y hubo al menos tres impostores que se hicieron pasar por él. La noticia de su sorpresivo regreso de entre los muertos debió de influir después en los milenaristas y en la creencia del Nerón-Anticristo.

Durante la Edad Media surgieron gran cantidad de herejías y movimientos que rompían la ortodoxia religiosa cristiana. Basándose en tradiciones judías y sobre todo en el Apocalipsis de San Juan, estos grupos encontraron en el milenarismo una tabla de salvación a la pobreza reinante. El milenarismo es la creencia de que el Apocalipsis será seguido por el gobierno de Cristo durante mil años, al final de los cuales ocurrirá el juicio final.

En el siglo II, Ireneo de Lyon pensaba que los eventos pasados se repetían exactamente en el futuro. Por lo tanto, si Nerón fue el primer perseguidor de los cristianos, también tenía que ser su último verdugo; es decir, el Anticristo que provocará el final de los días.

También se menciona al emperador-Anticristo en los Oráculos Sibilinos del siglo II; en sus libros V y VIII, la famosa adivina y profetisa Sibila vaticina su regreso y el comienzo del final de los días.

Respecto a la imagen de Nerón como psicópata y pervertido sexual, algunos historiadores recuerdan que es difícil creer que cualquier personaje histórico haya podido ser tan uniformemente abyecto y depravado. Incluso en el caso de que él hubiera sido el máximo exponente de la bacanal romana, muchos historiadores modernos consideran que analizar ese aspecto de su vida es una trivialidad. En su opinión, lo interesante es comprobar si contribuyó a reforzar las estructuras del Imperio o si fue un revolucionario de la cultura, como asegura el estudioso Massimo Fini. La historiadora Rebecca Benefiel afirma que Nerón estaba más interesado en la música y el arte que en gobernar.

El perfil psicológico de un Nerón depravado que representaba la otra cara del cabal emperador Augusto se convirtió en un arquetipo para futuros emperadores malos. Los cronistas describieron a Domiciano como «un Nerón sin pelo» y a Cómodo como «más salvaje que Domiciano y más repugnante que Nerón». Los autores cristianos explotaron esas descripciones para dar cuerpo a ese emperador romano transmutado en siniestro diablo que provocaría el final de todo lo conocido. Ese paradigma fue revivido en el siglo XIX para debatir las ansiedades que provocaban el fin de siglo y las controversias religiosas. En 1873, el historiador francés Ernest Renan afirmó: «Nerón es la Bestia. Es el Anticristo». Ahora, los historiadores modernos lo despojan de esa condición.”