Artículo de José Segovia, publicado en el Semanal del periódico “El País” la semana pasada.
“Nerón fue mucho más querido por su pueblo y mucho mejor dirigente de lo que se cree. Nuevos estudios lavan su imagen y refutan el carácter diabólico y depravado de este emperador romano.
Si algún personaje histórico de la Roma
imperial ha tenido mala suerte con los cronistas, ese ha sido Nerón. Los
relatos de Cornelio Tácito, Cayo Suetonio y Dion Casio desvelan los asesinatos
que pergeñó el emperador con la ayuda de sus pretorianos, como el de su
hermanastro, el de su madre -con la que supuestamente mantuvo relaciones
sexuales-, el de prominentes miembros de la élite romana y el de dos de sus
esposas (a la segunda, Popea, la mató el propio emperador propinándole una
patada en el estómago cuando estaba embarazada).
Tácito no elude
los detalles tétricos cuando describe la ejecución de Octavia, la primera mujer
de Nerón: «La sujetan con grilletes y le abren las venas de todos los miembros;
y como la sangre, paralizada por el pavor, fluye demasiado lenta, la asfixian en
el calor de un baño hirviendo. Y se añade una crueldad más atroz: su cabeza,
cortada y llevada a la ciudad, fue contemplada por Popea». Esta no podía
imaginar entonces que ella sería la siguiente víctima de su diabólico marido.
Probablemente es uno de los emperadores
romanos peor tratados por la historia. La imagen que se tiene de él por ordenar
el incendio de Roma y culpar a los
cristianos ha quedado en la memoria colectiva como el paradigma de la maldad
humana. La tragedia se produjo el 19 de julio del año 64, cuando se desató un
incendio en las proximidades del Circo Máximo que se expandió hacia el Palatino
y el Celio y destruyó dos tercios de la ciudad. Por sus calles corrió el rumor
de que el fuego había sido provocado por el emperador, cuya intención era
destruir parte de la antigua Roma para obtener terrenos con los que ampliar su
espectacular palacio: la Domus Aurea (‘la casa de oro’). La mentira fue
difundida por los miembros de la aristocracia senatorial hostil a Nerón y
recogida décadas después por los cronistas romanos. Otro rumor aseguraba que el
emperador había sido visto tocando la lira mientras contemplaba extasiado las
gigantescas llamas que consumían la ciudad.
Pero ¿fue tan depravado como contaron sus detractores?
Desde hace unos años ha surgido una corriente historiográfica que sostiene que
fue un emperador muy querido por su pueblo y mucho mejor dirigente de lo que
afirmaron sus críticos. El historiador Eric Varner, de la Universidad de Emory
(Atlanta), asegura que, tras el pavoroso incendio que devastó Roma, el
emperador dispuso fondos económicos para que los damnificados pudieran rehacer
sus hogares y decretó regulaciones para la construcción de nuevos edificios
bajo la dirección de los arquitectos Severo y Céler.
Aunque la mayor parte de los historiadores
contemporáneos cree que el incendio fue accidental, Gerhard Baudy -de la
Universidad alemana de Constanz- ha llegado a sugerir que los verdaderos
culpables de la quema fueron los cristianos, razón por la que el emperador
ordenó perseguirlos y masacrarlos. Según apunta este filólogo alemán, los
dirigentes romanos tenían un motivo preciso para sospechar de los cristianos:
«Una profecía apocalíptica que se había puesto en circulación días antes
predecía la caída de la metrópolis romana a través del Cristo que se revelaba
en el fuego de Sirio». El incendio dio visos de credibilidad a la profecía.
El historiador Tácito describe con mucho detalle las
torturas y ejecuciones de cristianos tras el incendio del año 64. Suetonio
también hace hincapié en el castigo que recibieron los adoradores de «esa nueva
y peligrosa superstición». Lo mismo que el escritor Tertuliano, quien acusó a
Nerón de ser «el primer perseguidor de los cristianos». Si lo que contaron los
cronistas fue cierto, no es de extrañar que los seguidores de Cristo pensaran
que este emperador, el último de la familia Julio-Claudia, era el mismísimo
Anticristo.
No es una coincidencia que los fanáticos de la
cábala aseguren que el equivalente numérico de las letras hebreas que forman
‘César Nerón’ sumen 666, ‘el número de la Bestia’. La relación del número 666
con Satán o con la llegada del Anticristo se ha tratado de imponer a otros
personajes históricos, como Lutero, Napoleón o Hitler.
Pese a todo, Nerón no era el Anticristo que
retrataron los milenaristas ni tampoco el abyecto psicópata que presentaron los
historiadores romanos, cuyos juicios fueron influidos por los senadores y las
familias patricias romanas que lo odiaban y se disputaban su legado. La última
historiadora en sumarse a esta cruzada es Shusma Malik, en cuyo libro The Nero Anticrist refuta la tesis que lo
considera como el perpetrador del Apocalipsis.
Esta historiadora de la Universidad de
Roehampton (Londres) recuerda que el escritor Flavio Josefo, testigo del
reinado de Nerón, fue el primero en hacer notar los prejuicios y mentiras que
circulaban en torno al emperador. «Ha habido muchos que han escrito la historia
de Nerón, muchos de los cuales se han apartado de la verdad de los hechos por
haber recibido favores de él; y otros, debido al odio que les inspiraba, se han
ensañado con su persona con tantas mentiras que merecen ser condenados en
justicia», subraya Josefo.
La historiadora británica Mary Beard señala
que algunos historiadores modernos (como Ettore Paratore o Mario Attilio Levi)
lo han presentado más como una víctima de la propaganda de los Flavios (la
dinastía sucesora de la Julio-Claudia) que como un pirómano que arrasó Roma.
Otro de los grandes defensores de Nerón lo encontramos en Milán en el siglo
XVI. Se trata de Gerolamo Cardano, brillante médico, matemático y astrólogo.
«En su obra Encomium Neronis, el
emperador deja de ser el tirano loco descrito en las páginas de Tácito y de
Suetonio y se convierte en el modelo del optimus
princeps», afirma Malik.
Cuatro años después del incendio de Roma, el
Senado votó a favor de Galba como nuevo gobernante, declarando a Nerón enemigo
público del Imperio. Según el historiador Suetonio, Nerón pronunció sus últimas
palabras mientras su secretario Epafrodito lo ayudaba a cometer suicidio
clavándole un puñal en la garganta. «¡Qué artista muere conmigo!». Con la
llegada al poder de Constantino en el siglo IV, la influencia de los cristianos
creció, lo que a su vez reforzó los ataques a la figura de Nerón, al que
consideraban su primer perseguidor.
El pueblo romano recordó durante mucho tiempo
a Nerón y hubo al menos tres impostores que se hicieron pasar por él. La
noticia de su sorpresivo regreso de entre los muertos debió de influir después
en los milenaristas y en la creencia del Nerón-Anticristo.
Durante la Edad Media surgieron gran cantidad
de herejías y movimientos que rompían la ortodoxia religiosa cristiana.
Basándose en tradiciones judías y sobre todo en el Apocalipsis de San Juan,
estos grupos encontraron en el milenarismo una tabla de salvación a la pobreza
reinante. El milenarismo es la creencia de que el Apocalipsis será seguido por
el gobierno de Cristo durante mil años, al final de los cuales ocurrirá el
juicio final.
En el siglo II, Ireneo de Lyon pensaba que los eventos
pasados se repetían exactamente en el futuro. Por lo tanto, si Nerón fue el
primer perseguidor de los cristianos, también tenía que ser su último verdugo;
es decir, el Anticristo que provocará el final de los días.
También se menciona al emperador-Anticristo en los
Oráculos Sibilinos del siglo II; en sus libros V y VIII, la famosa adivina y
profetisa Sibila vaticina su regreso y el comienzo del final de los días.
Respecto a la imagen de Nerón como psicópata y
pervertido sexual, algunos historiadores recuerdan que es difícil creer que
cualquier personaje histórico haya podido ser tan uniformemente abyecto y
depravado. Incluso en el caso de que él hubiera sido el máximo exponente de la
bacanal romana, muchos historiadores modernos consideran que analizar ese
aspecto de su vida es una trivialidad. En su opinión, lo interesante es
comprobar si contribuyó a reforzar las estructuras del Imperio o si fue un
revolucionario de la cultura, como asegura el estudioso Massimo Fini. La
historiadora Rebecca Benefiel afirma que Nerón estaba más interesado en la
música y el arte que en gobernar.
El perfil psicológico de un Nerón depravado que
representaba la otra cara del cabal emperador Augusto se convirtió en un
arquetipo para futuros emperadores malos. Los cronistas describieron a
Domiciano como «un Nerón sin pelo» y a Cómodo como «más salvaje que Domiciano y
más repugnante que Nerón». Los autores cristianos explotaron esas descripciones
para dar cuerpo a ese emperador romano transmutado en siniestro diablo que
provocaría el final de todo lo conocido. Ese paradigma fue revivido en el siglo
XIX para debatir las ansiedades que provocaban el fin de siglo y las
controversias religiosas. En 1873, el historiador francés Ernest Renan afirmó:
«Nerón es la Bestia. Es el Anticristo». Ahora, los historiadores modernos lo
despojan de esa condición.”
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