Artículo de Vicente G. Olaya publicado en el periódico “EL
PAÍS” el pasado 20 de junio de 2023.
“En octubre de 2016, los arqueólogos hallaron sobre la
superficie del yacimiento de Noguera, a escasos metros de la aldea de Villalón
(Fuente Palmera, Córdoba), numerosos fragmentos cerámicos, tanto constructivos
(tejas) como no constructivos (cerámica ibérica o romana), además de trozos
de ánforas para el aceite de hace unos 2000 años. Entre ellos,
uno que les entregó Francisco Adame, un vecino de la zona, que había reparado en
que uno de aquellos pedazos tenía unas letras grabadas. Ahora,
el informe Las Geórgicas de Virgilio in figlinis: a propósito de un
grafito ante cocturam sobre un ánfora olearia bética, que publica este
martes la Journal
of Roman Archaeology, de la Universidad de Cambridge,
desvela que entre aquellos restos se localizaron los primeros versos del
poema Las Geórgicas de Virgilio, autor cuyos textos se
empleaban en Roma para enseñar a los niños a leer. Lo más llamativo, y lo que
lo convierte en un hallazgo “excepcional”, es que los versos habían sido
grabados además en la base de un ánfora. ¿Por qué?
La riqueza epigráfica de las ánforas olearias de la Bética es
muy conocida desde antiguo, ya que se sabe que los alfareros romanos grababan
en ellas sus sellos o escribían rótulos (tituli picti) con nombres de personas, fechas o lugares,
pero nunca poemas. Por eso, el informe ―firmado por Iván González
Tobar, Antònia
Soler i Nicolau y Piero Berni
Millet, del LabEx Archimède (proyecto OLEASTRO), de las universidades de Barcelona,
Islas Baleares, Paul-Valéry Montpellier (Francia), Sevilla, Córdoba y el Instituto
Catalán de Arqueología Clásica― detalla que se trata de un hallazgo “sin
precedentes”. Son cinco renglones formados por grupos de dos o tres palabras.
Fueron escritos con un estilete cuando el recipiente se estaba secando al
revés, en la fase inicial del montaje. El fragmento conservado tiene 1,2
centímetros de grosor, 8 de largo y 6 de ancho.
El hecho de que la totalidad de los sellos grabados en las
ánforas recuperados en prospección cordobesa provengan de figlinae (talleres cerámicos), propiedad de la
familia senatorial Fabii clarissimi viri (los famosos Fabios), apunta a que el
grafito con el poema se realizó en una de sus propiedades. “La autoría y la
verdadera intención del que lo escribió son difíciles de determinar, pero todos
los indicios nos dirigen hacia alguien que no deseaba que se viese, ya que fue
inscrito en la parte inferior del ánfora”, explica Iván González Tobar.
Los expertos recuerdan que está constatada la presencia de
niños en los talleres de fabricación de estos grandes recipientes en los
ambientes rurales, lo que ofrece pistas sobre la autoría. Posiblemente fue
realizado por un adulto para enseñar a leer a un pequeño o podría ser un niño
que había aprendido de memoria los versos y los grabó. “La presencia del
grafito dentro de la cadena de producción implica una alfabetización notable en
el ambiente de las figlinae de la Bética, que contrasta con la visión
clásica de un mundo rural aislado”.
Virgilio fue el poeta más popular de su época. La
Eneida se enseñaba en las escuelas y sus versos fueron un
ejercicio pedagógico para muchas generaciones. Por eso, es habitual
encontrarlos en restos de materiales cerámicos de construcción, lo que ha
llevado a muchos autores a relacionarlos con funciones educativas (los
escolares romanos escribían a Virgilio en sus pizarras). Pero ¿por qué en un
ánfora? ¿Y por qué Las Geórgicas y no La Eneida?
Teniendo en cuenta que el primer libro de Las Geórgicas está
dedicado a la agricultura, y que se trata de una zona eminentemente rural, su
uso pedagógico “no resulta descabellado, máxime cuando está constatada la
presencia notable de niños en las figlinae”. En las figlinae
teglariae (talleres de tejas) galo-romanas, por ejemplo, su presencia
es clara, aunque no está demostrado si colaboraban en ciertas tareas o sólo
pululaban por el alfar. En el caso de los talleres de tablillas micénicas, en
cambio, las huellas dactilares halladas asocian a los menores con tareas de
aprendices de escribas. Los expertos se debaten, por tanto, sobre si este
grafito fue un “ejercicio mecánico, como simple entretenimiento, o una práctica
de escritura de alguien que grabó unos versos que aprendió de niño y que dejó
inconclusa la cita, bien por un lapsus memoriae o porque
cambió repentinamente de actividad”.
El yacimiento de Noguera, a pesar de la acumulación
cerámica encontrada, no fue un centro productor de ánforas olearias. La
abundancia de restos podría explicarse por el reaprovechamiento de los desechos
de un alfar del entorno, con el objeto de levantar o reparar muros y
estructuras habitacionales de ámbito rural. Los arqueólogos creen que el
yacimiento se corresponde con una “residencia con las características de una
villa rústica que produjo aceite de oliva”. Los fragmentos de ánforas estudiadas
se datan entre los siglos II y III d. C.
¿Y qué pone en el texto? “Todas estas consideraciones nos
llevan a un individuo suficientemente alfabetizado para escribir o para recitar
poesía, pero no con la perfección de la ortografía, ya que comete varios
errores”, reconocen Antonia Soler y Piero Berni. Sea como sea, el autor
escribió de memoria: “Cambió la bellota aonia (procedente norte de Grecia) por
la espiga fértil y mezcló el agua con la uva descubierta”, versos séptimo y
octavo del primer libro de Las Geórgicas, que fueron escritos en el 29 a. C. “Fue como si alguien pintase en el siglo
XVII en un recipiente cerámico: ‘En un lugar de
La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…’. Y ahí
se paró. ¿Por qué? Pues no lo sabemos. A lo mejor siguió y no hemos encontrado
todavía el fragmento”, concluye González Tobar.”