Siempre me ha llamado la atención la manera de construir que tenían los romanos. Sobre todo la inmensa red de vías que construyeron y cuyo trazado aún perdura en carreteras y autopistas actuales que cruzan distintos países europeos, así como de algunas zonas de Oriente Medio y del Norte de África.
Uno de los elementos importantes que utilizaban los ingenieros romanos cuando construían las vías era el odómetro.
“Todo apunta a que fue Arquímedes el inventor de este
instrumento de medición. Las primeras instrucciones sobre construir un odómetro
las encontramos en el tratado de Architectura, publicado entorno
al año 15 a.c. por el célebre arquitecto romano Vitruvio. Consistía en
instalar en un carro una rueda adicional dentada, de
unos 30 cm de diámetro, compuesta por cuatrocientos dientes, conectada con las
ruedas del carro. De este modo, a medida que el carro iba avanzando, ejercía
una revolución sobre cada uno de los dientes, haciendo girar el engranaje.
Cuando se había completado una vuelta, el propio mecanismo activaba un segundo
engranaje, que dejaba caer una pequeña piedra sobre un cesto. Al final del
viaje solo había que contar el número de piedras, dado que una revolución
completa de los cuatrocientos dientes equivalía a una milla romana, es
decir, unos 1.478 metros. Con este elemento los romanos consiguieron medir
con un gran nivel de precisión, la distancia de las distintas calzadas que
conectaban con la capital del imperio desde cualquier parte del mundo conocido.”
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