El ejército romano fue siempre un ejército terrestre. Pero
al tener que enfrentarse con enemigos con fuerzas navales importantes, tuvo que
adaptarse a estas circunstancias hasta llegar a ser superiores en el mar como
lo eran en tierra firme.
La armada romana fue transformando sus soldados de
legionarios a Classici milites, una suerte de Infantería de Marina. Estos
además de tener el mismo entrenamiento que los legionarios, debían adaptarse al
combate en el mar. Estos milites debían saber nadar, entrenarse a las tácticas
de abordaje de naves así como trepar por los cascos de las naves, de los
aparejos y mástiles.
Su ámbito de actuación fue tanto en el mar (Mediterraneo, golfo de Vizcaya, mar del Norte, etc.) como en los distintos ríos de las provincias (Rín, Ródano, Danubio).
En su libro sobre César, Adrian Goldsworthy menciona que en un enfrentamiento que tuvo César con los Vénetos (al sur de Bretaña), tuvo que construir una flota en el Loira para poder atacarlos. Sus barcos eran más frágiles (adaptados al Mediterraneo) y las naves de los vénetos eran más robustas y más altas, adaptadas al Atlántico. Sin embargo los vénetos solo se deslazaban a vela. La flota de César pudo destrozar las velas con artilugios que las legiones usaban en asedios. Esto, añadido a una repentina calma, dejó los Venetos a merced de los barcos romanos desplanzándose a remo.
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