Artículo de Miguel Rubio publicado hoy en el periódico “La
Verdad”.
En la sepultura. excavada en la misma roca del cerro, se
han encontrado dos ánforas a modo de ajuar funerario, algo poco frecuente. Una
de ellas, en un excelente estado de conservación, corresponde a la tipología
Ovoide 5, lo que ha permitido datar la tumba. Según los técnicos consultados
por LA VERDAD, este tipo de cerámica se producía en el Valle del Guadalquivir,
y en la Región apenas si se han encontrado piezas de estas característica, por
lo que el hallazgo tiene una importancia especial para la investigación
arqueológica.
A partir de este primer nivel, la excavación ha ido
mostrando nuevos estratos de etapas posteriores, prácticamente unos encima de
otros, desde el siglo III al VII después de Cristo. Así, han aflorado viviendas
de época tardorromana con dos momentos diferenciados: uno relacionado con la
construcción de estos espacios domésticos y otro (desde mediados del siglo IV a
inicios del V) que tendría que ver con el uso y renovación de esas estructuras
residenciales.
En la siguiente capa, los trabajos han detectado, debido
a la presencia de escorrentías, que la zona quedó abandonada durante un tiempo,
aunque no está claro qué pudo ocurrir. Más que a una catástrofe natural, las
primeras hipótesis apuntan al clima de inseguridad de aquel momento histórico.
No obstante, después se recuperó el asentamiento, como ha
demostrado la aparición de restos de silos (para guardar grano y fruta) y otras
construcciones. Los dos últimos niveles han arrojado un depósito con viviendas
y estructuras de almacenamiento de un periodo comprendido entre los siglos VI a
VII, ya en época altomedieval.
La mayoría de las estructuras y materiales localizados
(incluida una parte de un pavimento de 'opus signinum', un mortero de cal para
recubrir superficies) afloró «muy fragmentado». El asentamiento quedó casi
arrasado hacia el año 1860 porque la ampliación de la fundición La Esperanza se
realizó sobre esta parcela de la calle Corredera. Según apunta la investigación
realizada, el terreno se removió entonces y los materiales se aprovecharon como
relleno con el fin de nivelar el promontorio. El impacto de estos trabajos «supuso
la desaparición de gran parte de la seriación estratigráfica y la ruptura de
las relaciones entre los distintos niveles». No obstante, las piezas
recuperadas durante la excavación se custodiarán en la sala arqueológica de
Puerto de Mazarrón y todos los restos ya han quedado documentados.
Tras completar los estudios arqueológicos, el promotor
podrá seguir adelante con el proyecto para levantar el edificio de viviendas.
El servicio regional de Patrimonio Histórico considera que el yacimiento carece
de interés para su conservación, aunque no ha ofrecido a este diario
justificación alguna de los motivos. Pese a la autorización para desmantelar
las estructuras que quedan en la zona, una portavoz de la Consejería de Cultura
señala que el constructor deberá contar con supervisión arqueológica a la hora
de continuar con los desmontes «para controlar los restos que puedan quedar al
descubierto». Así se lo han comunicado dicho departamento al Ayuntamiento, que
ahora deberá velar para que se cumpla este requisito.”
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