Fotos de vestigios de la Antigua Roma, tomadas en distintos lugares (ciudades, yacimientos arqueológicos, museos, etc.). También información sobre lo que se viene publicando al respecto.

viernes, 19 de enero de 2024

Los usos militares del aceite de oliva: 'el oro amarillo' que hacía ganar batallas a los romanos

 Artículo de Camila Pujalví publicado en el periódico “La Razón” el 1 de octubre de 2023.

 

“Los antiguos romanos necesitaban los olivos para comer, iluminar sus noches, cuidar su piel y mover su enorme imperio. Tanto que en ocasiones, como ahora, el oro líquido alcanzaba precios desorbitados en el Mediterráneo y era capaz de volcar economías enteras. «Hay dos líquidos que son especialmente agradables para el cuerpo humano: el vino por dentro y el aceite por fuera. Ambos son los productos más excelentes de los árboles, pero el aceite es una necesidad absoluta, y no ha errado el hombre en dedicar sus esfuerzos a obtenerlo», afirmaba Plinio el Viejo en su 'Historia natural'.

 

Por influencia fenicia y luego griega, los romanos desarrollaron una dependencia absoluta hacia el aceite de oliva (oleum), que no solo usaban como ingrediente en la cocina, sino también como ungüento en las termas y un combustible para la iluminación de sus casas. Las lámparas romanas llamadas lucernas eran pequeños utensilios hechos en piedra o de terracota que hacía arder el aceite a através de mechas hechas de fibras vegetales, como lino hilado o papiro. Estos objetos podían ser llevadas de una habitación a otra y usadas en actividades al aire libre gracias a que algunas tenían asas.

 

Como todo lo relacionado con el imperio mediterráneo, una gigantesca industria de producción, comercialización y transporte se desarrolló en paralelo a la enorme demanda de aceite. Junto al cereal y el vino, las olivas eran la principal producción agrícola en el mundo rural romano. De la aceituna se aprovechaba todo, incluso el alpechín, un líquido oscuro y maloliente sobrante que, según Plinio, se utilizaba como insecticida, herbicida y fungicida. La aceituna, por su parte, era molida sin romper el hueso para preservar su sabor en un sistema de molienda llamado trapetum. El aceite era guardado en grandes vasijas globulares de cerámica llamadas dolia y luego almacenado en ánforas especiales.

En función de su calidad el aceite podía ser 'oleum omphacium', de gran calidad y extraído de aceitunas verdes en septiembre para las ofrendas religiosas y la fabricación de perfumes; 'oleum viride', que se elaboraba en diciembre con aceitunas que variaban entre el verde y el negro para uso gastronómico (tanto para aliñar como para condimentar, cocinar o freír) y 'oleum acerbum', hecho con las aceitunas de menor calidad que se habían caído al suelo y se usaban para la combustión.

 

A nivel estético, el aceite servía de base para crear perfumes e hidratante natural. Se atribuye a Claudio Galeno (129-199 d.C.), médico en la escuela de gladiadores de Pérgamo, la creación de la primera crema hidratante de la historia a partir de aceite de oliva, agua y cera de abejas. Además, los que practicaban ejercicio físico en las termas se ungían el cuerpo con aceite para protegerse de los rigores del sol. Tras la sesión de entrenamiento se quitaban la capa de aceite, polvo y sudor, sustancia maloliente que tenía una segunda vida. Como explicaba Plinio, «es conocido que los magistrados que estaban a su cargo [de la palestra] llegaron a vender las raspaduras del aceite a ochenta mil sestercios». La sustancia se vendía luego para elaborar medicamento contra los cólicos, úlceras y otros males.

 

Julio César incorporó el aceite de oliva a la annona, el abastecimiento que recibía el ejército para su manutención. esto hizo que su demanda se disparara y que gastronómicamente se extendiera al centro y norte de Europa. Se calcula que un legionario romano consumía medio litro de aceite al día (los ciudadanos promedio tomaban unos 55 litros al año). Los soldados no solo lo usaban como aliño para la conservación de alimentos y para obtener algo de sabor, también para defenderse tanto del frío como del sol. Cuenta Tito Livio que durante una gran batalla en el río Trebbia, durante la Segunda Guerra Púnica, el frío era tan insoportable que los cartagineses se rociaron con aceite y lograron la victoria. Los legionarios tomaron nota de cara a futuros combates: el aceite podía ser un arma letal.

 

El uso militar, a su vez, tensó la cadena de suministro y convirtió el aceite en un producto estratégico. En tiempos de guerra, los propietarios que tenían en propiedad más de 2500 metros cuadrados de olivar estaban exentos del reclutamiento y tenían prohibido suspender la producción. El cultivo llevó a muchas tribus nómadas a hacerse sedentarias a través de esta vía económica tan próspera. No en vano, la conquista de varias regiones de la Península ibérica se antojó una prioridad debido a la presencia en la provincia Bética de tierras favorables para este cultivo. El aceite era una pieza más de la partida global que jugaba el imperio.”

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