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S.P.Q.R.: Lapis specularis (cesardivino.blogspot.com)
“En las residencias romanas, las ventanas se diseñaban de dimensiones reducidas con el fin de prevenir el ingreso de ladrones y reducir la interferencia del ruido proveniente de la calle. Los amplios patios interiores cumplían la función de proporcionar iluminación, ventilación y resguardo contra las inclemencias climáticas en las diversas dependencias del hogar. Fue durante la época de Augusto que se comenzaron a instalar ventanas elaboradas con un tipo de cristal conocido en la actualidad como «lapis specularis». Este material translúcido estaba fabricado a partir de yeso extraído de las minas de Segóbriga en Hispania.
El vidrio llegó a ser un material sumamente preciado en la Antigua Roma, especialmente durante los siglos I y II d.C. Fue empleando no sólo en ventanas, sino también como adorno en las paredes y suelos de los edificios, deslumbrando cuando la luz incide en su superficie. Su uso se extendió a todas las residencias, desde las más modestas hasta los aposentos de los aristócratas. Incluso el emperador Tiberio mandó construir un invernadero con este material en la isla de Capri para cultivar uno de sus alimentos preferidos: los pepinos.
Antes de adoptar su uso generalizado, los romanos solían cerrar las aberturas con contraventanas o estructuras de madera. En algunas ocasiones, recurrían a cortinas confeccionadas en diversos materiales textiles, pieles, o vejigas de animales, así como a paneles de vidrio plano o a otros materiales aislantes, todos ellos de escasa translucidez.
La ventaja del lapis specularis era evidente. Además de ser un excelente aislante térmico y acústico, permitía el paso de la luz solar, contaba con propiedades ignífugas y era más resistente que el vidrio, lo cual resultaba crucial durante su transporte desde las minas.
S.P.Q.R.: La capital del “cristal romano” vuelve a brillar (cesardivino.blogspot.com)
El mineral es conocido como yeso selenítico, y su configuración laminar y cristalina le permite ser pelado en capas, una tarea realizada por los cortadores de piedra (lapidarii). Será Plinio el Viejo quien nos dé detalles de primera mano en su Historia Natural (Libro III-30) sobre el proceso de su explotación durante su estancia en Hispania en el año 74 d.C. mientras estaba al servicio del emperador Vespasiano.
Existían minas de lapis specularis en varias regiones, incluyendo Chipre, Capadocia, África, Italia y Sicilia. Sin embargo, ninguna era tan valorada por su calidad y cantidad de producción como la hispana, específicamente la extraída en los veinticinco complejos mineros repartidos en una extensión de 150 kilómetros alrededor de la ciudad de Segóbriga, en la actual Castilla-La Mancha.
Aunque existía conocimiento previo sobre el mineral y la población indígena prerromana había realizado extracciones manuales, fue durante el reinado de Octavio Augusto que se llevó a cabo una explotación sistemática. Ingenieros mineros expertos, probablemente de formación militar, construían pozos verticales de 30 metros de profundidad y dos metros de ancho para acceder al mineral y permitir la ventilación de la mina. Estos pozos estaban espaciados entre 20 y 30 metros, y por medio de poleas, se extraían los bloques obtenidos a la superficie. Los pozos principales se conectaban con amplias salas (condicionadas por la presencia de grandes bolsadas de mineral), las cuales posteriormente se utilizaban para la logística de los trabajadores. Utilizaban herramientas como picos, piquetas, serruchos, sogas y cuerdas de esparto, y su indumentaria incluía rodilleras, gorros y calzado elaborado con fibra de esparto. Para mejorar la iluminación dentro de la mina, utilizaban lámparas de aceite vegetal como fuente de luz, las cuales les proporcionaban iluminación durante cinco horas. La combustión de estas lámparas consumía en una hora la misma cantidad de oxígeno que un hombre en reposo, por lo que una buena ventilación de los pozos era imprescindible.
Los bloques extraídos eran transportados a través de la «vía Spartaria» hasta la ciudad de Carthago-Nova. Esta calzada mantenía una notable actividad comercial en conexión con el emperador Tiberio, así como con los emperadores hispanos Trajano y Adriano. Desde Cartagena, los bloques se distribuían en naves mercantes (navis onerariae) y barcos lapidarios (navis lapidariae), siendo estos últimos más lentos pero con una mayor capacidad de carga, hacia los puertos más relevantes del Mediterráneo.
Los territorios mineros eran propiedad estatal y se gestionaban a través de concesiones de arrendamiento. La interacción entre las comunidades mineras y las ciudades romanas resultó en una considerable generación de riqueza, hasta que, a partir del siglo II d.C., el vidrio se impuso en el mercado.
Por lo tanto, y aunque pueda sorprendernos, las domus romanas también contaban con ventanas de vidrio. Estos romanos…”
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